1La obra de arte es esa fuerte presencia que evoca lo ausente
y es, por lo tanto, una solución poética de la ilusión. En este sentido, no
cabe pensar la ausencia como evasión que se resiste a la realidad y que, por
ello, busca reinventarla. En tanto que ilusión, la obra de arte no necesita
afirmar la realidad; tampoco negarla. Sencillamente, y por el hecho mismo de
hacerse presente, forma parte de lo real. Su relación con los hechos empíricos,
con las representaciones mentales, con los estados emocionales, con la historia
y con la vida misma, es una relación cuya autonomía se ha asentado, una y otra
vez, sin que esto signifique que constituye un mundo ajeno a aquél que
consideramos real. Lo que sucede es que la obra artística logra constituirse en
el mundo real bajo reglas propias de relación con los hechos. La autonomía del
arte es, pues, una autonomía poética ofrecida por su condición de ilusión. […]
técnica mixta. 165 x 165 cm
Pero volvamos a la ilusión. Lo que está ausente en la obra artística es toda posibilidad empírica. A través de la experiencia estética lo que añoramos, lo que nos conmueve profundamente, es que el mundo propio de la obra es un mundo imposible de vivir fuera de ella, por mucho que el artista se empeñe en imitar la realidad. Y no es que la obra conforme una belleza o una idealidad inalcanzable; lo que las obras de arte hacen es instaurar la imposibilidad en medio del mundo. Ese mundo empírico que, pocas veces, podemos frenar y que parece manejarse a su antojo, pues, aloja en él la categoría de lo imposible a través de las obras de arte. La experiencia estética es la conmoción ante lo ausente, configurado en el mundo poético irrepetible e irresistible que es la obra de arte. Estamos ante la ilusión que nos despierta no frente al vacío, sí ante la ausencia. Una ausencia, no obstante, provocadora que no engaña prometiendo mundos mejores ni recupera tiempos perdidos. Ausencia que se impone, como se impone a su manera la vida, con sus propias formas de ausencia.
técnica mixta. 165 x 165 cm
Pero volvamos a la ilusión. Lo que está ausente en la obra artística es toda posibilidad empírica. A través de la experiencia estética lo que añoramos, lo que nos conmueve profundamente, es que el mundo propio de la obra es un mundo imposible de vivir fuera de ella, por mucho que el artista se empeñe en imitar la realidad. Y no es que la obra conforme una belleza o una idealidad inalcanzable; lo que las obras de arte hacen es instaurar la imposibilidad en medio del mundo. Ese mundo empírico que, pocas veces, podemos frenar y que parece manejarse a su antojo, pues, aloja en él la categoría de lo imposible a través de las obras de arte. La experiencia estética es la conmoción ante lo ausente, configurado en el mundo poético irrepetible e irresistible que es la obra de arte. Estamos ante la ilusión que nos despierta no frente al vacío, sí ante la ausencia. Una ausencia, no obstante, provocadora que no engaña prometiendo mundos mejores ni recupera tiempos perdidos. Ausencia que se impone, como se impone a su manera la vida, con sus propias formas de ausencia.
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